CRÓNICAS CIRCENSES
Foto de La luna que hay en ti |
LA GUERRA DE LOS ENANOS
Esta noche es la velada de la princesa de las bestias. En las calles se dispondrán antorchas al paso de las caravanas, se recogerán las hojas secas de los helechos viejos para ser quemadas y hogazas de pan serán dispuestas en cada cabaña para reverenciar a los muertos. Hoy seremos muchos los hombres que lo celebraremos. Esta noche, el espejismo que separa la ficción de la realidad desparecerá; los recuerdos, esas esencias que han estado viajando a lo largo de la tierra regresarán de nuevo a su matriz y las memorias terminaran abriéndose huecos en la tierra para anidar allí. Será entonces cuando todos experimentaremos la furia de aquellos remotos tiempos; luego en la mañana, nuevamente los olvidaremos.
Aníbal, mi carcelero, quien ha estado custodiándome
desde que él mismo tiene memoria, asegura
que estas celebraciones no son más que una excusa para la perdición, para que en los burdeles se engendren más vilezas
y los asesinos anden libres por las calles como perros al acecho, olisqueando entre
la lluvia y el lodo una coartada perfecta para su agresión; insiste en que el
alma sólo puede salvarse controlando los impulsos de la carne y que bebiendo y
fornicando no se puede rendir homenaje a nadie, que los muertos, perdidos están, que sus espíritus se pudren y
deshacen a medida que cruzan el paso hacia el infierno, y menos, que la magia pueda remover la tierra
de los muertos ni provocar hechizos en los ebrios. Sólo Dios sabe si él tiene razón, pero aun y con todo eso, esta noche yo también celebraré; cuando comience la ceremonia y los hombres
empiecen a perder el control, cuando las cuencas de cerveza empiecen a agotarse
más rápido que las reservas en tiempos de guerra y la lluvia arrecie con toda
su bravura sobre las crías muertas, en el momento en que el caos se apodere de
las calles y todos compartan la misma visión de los espíritus, entonces yo me
uniré a ellos, brindando con una copa de
vino tras las rejas. Será suficiente para mí. Sí,
esta noche, festejaré yo también su velada.
Los tiempos ya no son generosos, nunca como lo
fueron antes, mi cabello se ha ido cayendo desde que fui encerrado, mis huesos
han empezado a doler y extrañamente las ratas han venido muriendo de inanición,
aunque los fetos, siguen apareciendo. _ Varón, la ocasión suelen pintarla calva ¿Entiende?_ Repetía don Alberto cuando daba a entender
que los tiempos son inexorables. Supongo
que yo también estoy viejo ya. Además
pensar en él, me llena de nostalgia, y eso con los años, aumenta el dolor.
Este es un relato con nombre propio, el de un
hombre lleno de dádivas y traiciones, de luchas, carnavales y quimeras,
y tal vez sólo esté interesado en escribir esta historia para devolver la vida a
ese gran espectáculo que estará presenciándose con seguridad en el infierno. Aparte
de eso, estas hojas sólo servirán para que las ratas tengan un lugar más limpio
y decente donde defecar, para que quizás más fetos crezcan entre ellas y la
placenta sólo sirva para invocar mas maldiciones que alimenten estas pútridas tierras, pero seguro estoy que
ni siquiera Aníbal perderá su tiempo conociendo esta historia, así que
sin más interés para nadie, mi labor sólo
tendrá importancia más que para mí y tal vez para las ratas. Cuando acabe la
noche y despunte la mañana y la ridícula velada haya terminado, entonces yo
ofrendaré un brindis por esos alcohólicos que se descuidaron y pasaron al mas allá
por un paso en falso, por las esposas, hijas, madres y hermanas ultrajadas y
asesinadas brutalmente; por los ancianos desconsolados que murieron de temor al
descubrir los caminos extremos que sus hijos varones escogieron, pero sobre
todo, rezaré porque los huérfanos que abundarán en la mañana crezcan libres de
pecados y no cometan los mismos errores de sus padres.
Las primeras gotas de la noche han empezado a caer, Aníbal ya me conoce
lo suficiente, así que me deja la copa de vino en el suelo para que escribir
sea un acto placentero. “Espero que esta
noche te inspire ese viejo del que tanto
hablas” se aleja entre carcajadas mientras miro el techo cavernoso,
deseando con dolor que sus palabras surtan efecto. Suspiro. La lluvia, alimenta mi nostalgia.
Continuación ....
Continuación ....
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